El Factor Dios

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El Factor Dios

Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón


Aunque Dios vive en la dimensión celestial, obra en el mundo real. No solo reparte recompensas de índole espiritual, sino también bendiciones tangibles, visibles y materiales, de esas que se miden en pesos, dólares y euros. Es Dios del Cielo y también del mundo terrenal. Trasciende ambos mundos, reina y vive en ambos, domina en ambos y crea en ambos, y tiene poder para pagarnos en ambas monedas.

Debemos aprender a encomendarle nuestras necesidades materiales y confiar en que nos dará todo lo que nos haga falta, no solo lo espiritual como felicidad, paz interior y un propósito en la vida. Él tiene el mismo poder, la misma capacidad y la misma voluntad de concedernos los bienes tangibles y prácticos que necesitamos. No debemos limitar a Dios con lo que especulamos que es capaz de hacer. Hay que tener en cuenta que Su influencia se extiende a todo y que puede llevar a cabo milagros no solo en la esfera espiritual, sino también en el terreno físico. Puede concedernos bendiciones tanto prácticas como espirituales. Es más, podemos tener la certeza de que lo hará.

En Su Palabra, Dios nos ha hecho unas promesas extraordinarias, promesas que Él tiene intención de cumplir. Nos las ha hecho Dios, que es veraz y nunca miente. Él no exagera. No abulta Sus promesas para enaltecerse a Sí mismo o para confortarnos. Nos hace promesas porque desea que las creamos y las reivindiquemos, a fin de poder concedernos todo lo que nos tiene reservado.

No son promesas huecas, pero sí condicionales. «Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón». «Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas». «Dad, y se os dará». «Nada bueno niega a los que andan en integridad». La obtención de estos favores depende de que nosotros cumplamos la parte que nos corresponde, la cual en casi todos los casos consiste en guardar Sus dos grandes mandamientos, a saber: amarlo a Él y amar al prójimo como a nosotros mismos.

Si cumplimos lo que Él nos pide, hay garantía de que Sus promesas se harán realidad, no forzosamente como nosotros queremos o nos imaginamos, sino de la manera y en el momento que a Dios le parezca más conveniente. Dios, como Padre sensato y amoroso que es, siempre sabe lo que más nos conviene, y le encanta dárnoslo.

Autor: Peter Amsterdam – Revista Conectate

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