DETENTE PARA OIR LA VOZ DEL CIELO

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DETENTE PARA OIR LA VOZ DEL CIELO

Todos necesitamos pasar unos momentos tranquilos y en silencio con el Señor

Para la mayoría de las personas, la oración es un monólogo; las únicas que hablan son ellas. Dicen: «Oye, Señor, Tu siervo habla», en vez de orar como Samuel, el niño profeta, que a los cinco años dijo: «¡Habla, Señor, Tu siervo oye!» (1Samuel 3:10) Llegarás mucho más lejos de esa manera, escuchando al Señor, en vez de hablar tanto que casi ni te quede ocasión de oír lo que Él te quiere decir.

La oración no es solo ponerte de rodillas y decir lo que  quieres, ¡sino también dejar que Dios te diga lo que Él quiere! ¡Por eso cada uno de nosotros debe conocer personalmente al Señor, estar lleno del Espíritu Santo, dejarse dirigir individualmente por el Espíritu a fin de poder buscar nosotros mismos al Señor y hallar por nuestra cuenta las soluciones que cada uno necesitamos en nuestra situación particular!

Eso es de hecho lo principal que debemos aprender cada uno: ¡A seguir a Dios y escucharle nuevamente todos los días! ¡No basta con llenarse uno de inspiración una vez en la vida y conformarse con eso! Es como comer: ¡Una sola comida no le basta a uno ni para un día entero, y mucho menos para varias semanas o meses! Y de la misma manera que uno necesita comer todos los días, también tiene que recibir inspiración diariamente. ¡Uno necesita alimento fresco del Espíritu, renovar su poder del Espíritu, precisa de la leche de la Palabra, de fuego bajado del Cielo para volverse a llenar de inspiración día tras día!

¡Todos los días puedes escuchar a Dios! No es preciso que lo oigas en voz alta, que sea una voz audible. Puede ser simplemente ese «silbo apacible y delicado» (1 Reyes 19:12) que sientes en tu interior. A veces ni siquiera son palabras; sólo una impresión que uno tiene. Dios no tiene que comunicarse por medio de palabras; puede darte una simple sensación, imagen o idea.
El espíritu de Dios es como una emisora que emite en todo momento; ¡uno sólo tiene que aprender a sintonizarse! ¡Basta con tener fe! Si crees y tienes fe, ¡Jesús habla en todo momento, en todo lugar! De modo que cuando le pidas una solución al Señor,cuenta con que te va a responder, y acepta lo primero que te llegue.

Tienes un Mensaje del Cielo, ya sabes de que se trata?

Si de veras tienes fe y le preguntas algo al Señor, y quieres oír o ver la respuesta, ¡no te decepcionará! ¡Y lo que veas u oigas con los ojos u oídos de tu espíritu, proviene del Señor y te reconfortará mucho! ¡Cuenta, pues, con que Dios te responda! ¡Si le pides algo suplicándoselo de todo corazón, Él te responderá!
¡Pero si andas con prisas y apurado, inquieto e impaciente, no lograrás concentrar toda tu atención —tus ojos, tus oídos, tu mente y tu corazón— en el Señor para recibir las soluciones de los problemas, las respuestas a las preguntas, las mejores decisiones para cada situación!

Si no guardas silencio y tratas de buscar al Señor, ¿cómo vas a recibir nada de Él? Él dice: «Estad quietos, y conoced que Yo soy Dios. ¡En quietud y en confianza será vuestra fortaleza!» (Salmo 46:10; Isaías 30:15) ¡Si quieres oír al Señor, tendrás que pasar unos momentos a solas, en silencio!

Todo gran hombre de Dios, desde Moisés hasta Jesús, tuvo que retirarse a su montaña y pasar allí, a solas, un tiempo en meditación, oración y comunión con Dios. ¡Jesús muchas veces tuvo que levantarse al despuntar el día, antes que Sus discípulos, y cruzar colinas a pie o subir a un monte para estar a solas con Dios y recibir las órdenes que le quería dar Su Padre aquel día! (Marcos 1:35; Lucas 6:12) ¡Dios mío, si el propio Jesús tuvo que hacerlo, cuanto más nosotros!

De modo que comienza bien el día: ¡Escucha al Señor! Lo necesitas; de lo contrario las cosas no irán como deben. ¡No se puede hacer la obra del Maestro sin Su poder y Su orientación, y para obtenerlos, es preciso que pases tiempo con Él!

Él resolverá muchos de tus problemas aún antes de que comience el día si escuchas lo que Él te quiere decir. Pero si te metes de cabeza en todos tus problemas y tu trabajo sin detenerte para hablar con el Señor y recibir instrucciones de tu Comandante en Jefe, leyendo Su Palabra y alimentándote de ella en una actitud de oración, ¡sería como si un soldado quisiera hacer la guerra Él solo sin atender a las instrucciones del cuartel general!

Todos necesitamos pasar unos momentos tranquilos y en silencio con el Señor para descansar y volver a llenarnos, beber el Agua Viva de Su Palabra y gozar con Él de la comunión de la oración, haciendo suavemente el amor en el Espíritu. ¡Es algo que te renueva totalmente, que te refresca por completo y te ayuda a ver las cosas de otra manera, con la perspectiva apropiada, te llena de inspiración nueva, te repone las fuerzas, y te da reposo, paz y alegría! Porque «los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; ¡correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán!» (Is. 40:31)

Fuente: Revista Conectate/Libro Tesoros

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