Sobre hacer promesas y cumplirlas

Amar a los demás / Crecimiento / Desarrollo Personal / Familia / Fe y Confianza / Relación con los Demas / Tesoros del Alma

Sobre hacer promesas y cumplirlas

Eres de los que prometen para agradar a los demás?

Nada destruye más rápido la confianza que hacer una promesa y no cumplirla.
A la inversa, nada construye y fortalece más la confianza que cumplir una promesa que se ha hecho.

Hacer una promesa es fácil. Suele satisfacer rápidamente a los de-más, sobre todo cuando están estresados o inquietos por algo y necesitan que nos ocupemos de ello. Cuando están contentos con la promesa, uno les gusta. Y a todos nosotros nos gusta que otros gusten de nosotros.

Nos creemos con más facilidad lo que deseamos con mayor fervor. Todo tipo de gente resulta estafada al embarcarse en tratos y acuerdos porque desean algo con tanto afán que se creen cualquier explicación, historia o promesa para conseguirlo. No quieren ver la información negativa y persisten en su creencia.

Pero mantener las promesas es difícil. Suele implicar un proceso de sacrificio doloroso, sobre todo cuando se acaban las agradables ganas de cumplir la promesa, cuando se impone la cruda realidad o cambian las circunstancias.

Me he entrenado para no utilizar nunca («Nunca digas: “De este agua, no beberé”») la palabra promesa a menos que esté totalmente Preparado para pagar el precio que conlleve cumplirla, sobre todo con tus hijos.

Ellos con frecuencia, me han suplicado: «Promételo» y, luego, se slenten en paz sabiendo que no les fallaré, casi como si tuvieran lo que Quieren ahora. Pero, muchas veces, me he sentido muy tentado de decir: «Lo prometo» sólo para satisfacerlos rápidamente y mantener la Paz en ese momento. «Lo intentaré», «Ése es mi objetivo» o «Espero Poder hacerlo» no satisfacen; sólo satisface «Lo prometo».

En alguna que otra ocasión, cuando cambiaban circunstancias que no podía controlar, pedía a mis hijos que me comprendieran y me exoneraran de la promesa. En muchos casos, me comprendieron y lo hicieron. Sin embargo, mis hijos pequeños, muchas veces, no lo entendían. Aunque decían que sí y me liberaban de la promesa en el plano intelectual, no llegaban a hacerlo en el plano emocional.

De manera que yo la mantenía a menos que fuera muy imprudente hacerlo. En tales casos, tenía que vivir temporalmente con la disminución de la confianza y tratar de reconstruirla poco a poco de formas distintas.

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Nota del Editor: Un buen recordatorio para todos los que queremos ser mejores padres, mejores conyugues, mejores lideres, mejores hombres de negocios. Que Dios nos ayude a ser integros en lo que decimos y a aplicar estos valores en nuestra vida.
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Por Stephen Covey – El 8° Habito

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